Por lo menos la vimos en tres ocaciones, saliendo de puerto con esa elegancia que tienen las barcas cuando están sin carga, altivas y frágiles a la vez, al contrario de su vuelta, con el agua casi al milímetro de adentrarse en su cuerpo, cargada de arena, exigiendo su estructura y su motor al máximo de una capacidad ya diezmada por miles de combates contra éstas aguas que bajan turbias. A veces pienso que el reflejo responde a su alma, a su espíritu vivo de batallas ganadas, se refleja su alma, sí me gusta pensarlo así...
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