El ritmo diferente de un domingo por la mañana, el caminar sin tiempo por un pequeño pueblo, otrora esplendoroso, un almacén, una puerta gastada, unas niñas observadas por un perro eternamente cansado, un sol que asoma con timidez adolescente, creo que quiero despertarme en éste mundo agradable.
Es la casa de mi vecino Bartolo bedineli en la esquina de Zabala con Paganini a una cuadra del río Coronda
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