Un edificio abandonado, derruído, olvidado a la buena del clima hostil, se refleja sobre un agua hedionda, oscura, muerta desde hace tiempo, el resultado sería a priori algo desagradable, pero amigos, créanme, en Victoria todo, o casi todo sabe diferente, un edificio abandonado reflejado sobre un agua hedionda da una imágen vívida, impresionista, relajante. Los aromas son ineludibles, pero la poética de las imágenes los atraviesan y disimulan, caminar por entre los secretos de la vieja estación se convierte en un placer impensado.
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