Pasado el sorprendente Cañón de Sey, con sus piedras gigantes en estado de peligroso equilibrio, lugar que amerita una nueva y dedicada recorrida por su espectacularidad, arribamos a la hora en que el cielo estalla de fuego a éste silencioso pueblito con una calle larga a oscuras, y una solitaria capillita restaurada hace poco tiempo, aun restaban más de 70km, y la noche le había ganado a la visión de Pastos Chicos, Huáncar y la Quebrada de la Jugutería con su río de infinitas piedritas de colores que gestó su simpático nombre.
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