Habiendo dejado la fascinante experiencia de La Casualidad y Julia, teníamos por delante la Quebrada del Agua y su descarrilamiento, en el medio caminos inciertos, huellas múltiples, un GPS desorientado, con una españolita que se la pasaba recalculando, así son los caminos en la Puna, o mejor dicho, asi son los no caminos de la Puna, pasamos la sublime visión del Llullaillaco y la inevitable referencia a los niños ofrendados en su cumbre imposible, su desierto de piedra, su salar, la bajada por cortes a 45º con la camioneta de costado, deslizándose casi a voluntad, la RP163 y un campo amarillo, y una pequeña huella a mano derecha que nos llevaría a nuestro próximo destino.
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