Como era de esperar vino hasta nosotros, Don Nicolás Reales, setenta y pico, un poco de delirio, consecuencia de años de soledad, de desgarradora soledad, cuidador del Oratorio cunado todavía lo era, Charla, se brinda con un poco de dificultad en una media lengua, producto de prolongados silencios que le han hecho olvidar letras, palabras, significados, a pesar de eso su intención se dimensiona en su totalidad, no va a abandonar su mundo, sucumbirá bajo la ola de arena cuando dentro de muy poquito se abalance sobre su casita y su alma.
Unas miradas que se cruzan, un ofrecimiento de ayuda agradecido, pero que asegura no le hará falta, un nudo gigante en la garganta durante el desandado de un caminito sacado de una fantasía de Julio Verne
Cae la tarde y Fiambalá será el lugar indicado para pasar la última noche en una cama catamarqueña, por la noche, noche de terma, asado, vino, historias, bellas damas y un sueño que no llega producto de la intensidad del día pasado.
Unas miradas que se cruzan, un ofrecimiento de ayuda agradecido, pero que asegura no le hará falta, un nudo gigante en la garganta durante el desandado de un caminito sacado de una fantasía de Julio Verne
Cae la tarde y Fiambalá será el lugar indicado para pasar la última noche en una cama catamarqueña, por la noche, noche de terma, asado, vino, historias, bellas damas y un sueño que no llega producto de la intensidad del día pasado.
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