Una vieja pared de adobe, y una improvisada ventana hacia la luz, Palo Blanco nos regaló una plaza con verdes y amarillos compitiendo entre un verano que se resigna a partir y un otoño pleno de romanticismo que puja por imponer sus tonos, nos regaló una bodega familiar con una producción de exportación y una calidad de primera, oratorios en las esquinas, una capilla de adobe revestida en azúcar, y la calidez de su gente dispuesta a abrir sus casas y compartir, acción muy común en éstas geografías no contaminadas.
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