Camino abajo, una camioneta Land Rover, un refugio de montañistas, una Toyota similar a la nuestra, una puerta cerrada, una espera de dos horas, una rueda de auxilio en malas condiciones, la generosidad de los aventureros, la camadería entre pares, el retome a las siete de la tarde, una tarde gris plomo, un final trunco, un sabor amargo a los cuarenta y cuatro del segundo tiempo. El rojo nos despide y me incita a la vuelta algún día a completar esas seis horas que faltaban para el diez felicitado, volveré dijo una mujer de hierro hace tiempo, no pudo, espero no correr el mismo destino y volver a una tierra de ensueños, que cada tanto nos pide que olvidemos nuestra soberbia urbana y la mimemos con una simple ofrenda, para así permitirnos transitarla en toda su dimensión.
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